sábado, 15 de noviembre de 2008

Un descubrimiento




Nos conocimos ya meses ó años: Cuando nos encontramos jugamos a todos los juegos de amor, besos, lametazos, mordiscos, secreciones que no deseaba detener, pero nunca llegamos a más.
***
Ambos comprendimos que nuestro siguiente encuentro sería una fiesta para los sentidos, que detrás de los manos iría todo lo demás, ya que una vez que nos tocamos no habría retorno.
Deseaba un lugar íntimo, por eso lo había elegido en lo alto de una isla, se podía acceder andando cuando no había pleamar, como en estos momentos.
No podía esperar, me sumergí en el mar y llegué descalza, con el pelo enmarañado, empapada, la ropa pegada al cuerpo, jadeante a la cima, a aquel rincón de piedra. Él se había anticipado, aguardaba, con la vista fija en el camino. Erguido, hermoso, tal vez más hermoso que me recordaba.
Antes de que mi respiración se normalizara, sus dedos comenzaron a desprenderme del amasijo en que se había convertido mi ropa, y mis manos buscaron a tientas entre las suyas. Lento, tortuosamente lento, debido a la urgencia de nuestros deseos, sin poder creerme el tacto de mis yemas sobre su piel, de mis dedos enmarañando se en su pelo crespo, ciñéndolo sin cuidado, de mis breves pechos cobijados perfectamente en los huecos de sus palmas, del abrazo de nuestros cuerpos, de la carne que anhelaba ser saciada, arañada, pellizcada, mordida, lamida.
Caímos unidos rodando al suelo --yo sobre el-- sintiendo un calidez desconocida, olvidando toda prudencia, ahogándome con esa poderosa sed que tan presente se me hacía desde que lo conocía, esa sed que no lograba aplacar, desesperada de ansiedad, boqueando mientras veía como sus pupilas se tornaban vidriosas de inminencia.
Distinguí enfebrecida la esquina de una piedra, y prometo que no sé cuál fue mi intención, pero levanté su cabeza con mis manos. Él, perdido en su propia "petite mort", no advirtió nada extraño en mis movimientos. Sin un instante de piedad, la culpa o la compasión, estrellé su cráneo contra la piedra.
Entonces si, entonces reventé en un caudal irrefrenable que me sacudía en hondos espasmos al tiempo que mis dedos se mojaban con su sangre.Cuando me calmé, ronca todavía de placer, observé mi cuerpo sobresaliendo del suyo, mi abdomen voluminoso y alargado, mis brazos largos y robustos presionando todavía la cabeza de la pobre mariposa negra con la que me había apareado.
Comprendí al fin, después de tantos años, a que insecto me asemejaba y por qué nunca antes lo había descubierto: era una Mantodea, una depredadora Mantis Religiosa.
Me separé de su cuerpo, todavía consternada; la vida, ajena a mí, marchaba azul hacia la alborada.


***

Del cuento "Los amantes de las sepulturas" de María Frisa.

13 comentarios:

Anónimo dijo...

Maravilloso cuento. Me encantò.

Pero me sorprendiò el final tan tràgico.
Besitos desde el ♥

Anónimo dijo...

Pues tengo que seguir leyendo cosas de esa autora, este cuento, a la par de espeluznante, es bastante fuerte e impactante, me ha gustado mucho!
Un beso!!

P.D: Odio a las Mantis, siempre mirando con esos ojos que amenazan, estiradas todas ellas y demás.. uys!!!!

irene dijo...

Hay amores que matan, y nunca mejor dicho.
Me parece muy triste un amor así, tan ardiente, y que sólo dure un día.
Besos, George.

AriaDna dijo...

Un cuento precioso y una trágica historia

besitos

Cazadora de almas dijo...

Una historia uqe me es familiar... Ya te extrañaba...

Mil Besos!

Novias al ataque dijo...

Georgeee!

Me encantó la historia pero odio a esos bichos... horrendos, horrendos... los odio desde pequeña.

¡Un beso grande y espero encontrarte por mi hogar!

@Intimä dijo...

Interesante cuentito, buscaré más cosita de la autora.
Besitos.
Pd: Ah y puedes escuchar la rádio jeje se escucha por internet :-)

Dra. Kleine dijo...

Fiuuuu , tantito más y...

Rogger dijo...

Hola, qué misteriosamente buena es esa foto con la que abres tu artículo. En lo que al contenido respecta, yo también jugué esos juegos del amor que te dejan lleno y luego traen ese setimiento de necesidad por la otra persona. Mis saludos, amiga, hasta otro día. Un gusto visitarte. :D

Oteaba Auer dijo...

Efímero pero murió con las botas puestas....una muerte dulcemente pasional donde no hubo sufrimiento...la naturaleza sigue su curso... ¿Tocará el turno a la viuda negra?
George, me gusta tu blog
Besos

Anónimo dijo...

Que feo! Tanto el cuento como la foto son horribles! La foto me da asco y el cuento me horrorizó...

Tengo corazón de pajarito. Estos cuentos me asustan :P

Dra. Kleine dijo...

Volvi... me recordó un sueño que tuve y quise asegurarme...

luzexitha... dijo...

wow.. comenzaré a leer a María Frisa.

gracias por estos cuentos hermosos.

Un beso.